La ruta de tu vida

No quiere que le digas lo que tiene que hacer, quiere que le escuches

Febrero 16, 2017 5 min 27 veces compartido

Por Patrícia Ramírez

“Por Dios, mamá, mira que te lo he dicho mil veces, deja de hablar con Pilarita; siempre te pone nerviosa y te cuenta penas. Tu hermana Pilarita tiene setenta años y es tóxica, mamá: todo lo ve negro a su edad y nunca te cuenta nada bueno”. Este podría ser un fragmento de conversación que podemos oír a cualquier hijo que visita a sus padres o habla con ellos a diario cuando les llama para preguntar cómo les ha ido el día. Los hijos, ahora madres y padres, trabajadores, con su estrés y su ritmo de vida, quieren atender a sus padres, saber cómo han pasado el día, pero muchas veces no escuchan, solo aconsejan. Dar consejos forma parte del control que ejercen con todo, para que todo esté controlado, incluso sus padres. Mientras que ellos, que no han pedido consejo, solo comentan qué han hecho durante el día, con quién han hablado o cómo se han sentido. La mayoría de las veces no quieren consejos; ya saben que Pilarita es muy pesada…, pero es su hermana. Solo quieren hablar y ser escuchados, aunque repitan siempre lo mismo.

Escucha a tus mayores

¿Sabemos qué necesitan nuestros mayores? No. Intuimos que cuando nos cuentan un problema es que necesitan una solución, cuando puede que lo único que necesiten es ser escuchados. Los mayores se ponen nerviosos cuando andamos continuamente dándoles consejos y diciéndoles lo que tienen que hacer. Minamos su autoestima, su autonomía y su seguridad. Cuando te corrigen, te aconsejan y, sobre todo, te mandan, terminas pensando que a tu edad, a pesar de tener tanta experiencia en la vida, lo estás haciendo todo mal, y esa inseguridad te lleva incluso a cometer más errores. La persona mayor que quiera un consejo te lo pedirá, no los des de forma atosigante. Los agobias y direccionas su vida como si fueran marionetas. No lo son. Son personas con experiencia, conocimiento y autonomía. Y saben mucho más que tú, de otros temas y con otras vivencias, pero más que tú. No los anules con tanto consejo.

  • Llama cuando de verdad puedas atender lo que te dicen. Es preferible no llamar que llamar para gritar, regañar o no atenderles.
  • Escucha con atención, interés y curiosidad. Lo más probable es que repitan muchos de los temas, y es normal. Su mundo es menos rico en estímulos que el tuyo. Muchas veces se limita a una vecina, a una conocida, a lo que ven en la tele, y poco más.
  • Si estás con tu familiar, trata de mantener el contacto ocular. No es lo mismo escuchar revisando tus mensajes de WhatsApp que mirando a los ojos y sonriendo a quien te habla.
  • ¿Tú qué crees que es mejor? Si crees que necesita ayuda, antes de ofrecérsela tú, pregunta qué se le ocurre hacer a él o a ella. Así les ayudas a pensar por sí mismos, a que busquen ideas, a que su cerebro trabaje. Valora cualquier aportación aunque no sea la mejor para ti. “Esa es una buena idea, mamá, me encanta. A mí también se me ocurre esto. Haz lo que más te convenza”.
  • Pídeles tú también algún consejo. Así harás que se sientan como una parte importante de tu vida. Verán que cuentas con ellos, que los necesitas, y eso les hará sentirse importantes y con una función en la vida.
  • Trata de comprender sus emociones en lugar de ningunearlas. Con preguntas tan sencillas como “¿qué te hace sentir?”, “¿estás bien?”. No ningunees sus emociones con frases del tipo “¿pero cómo puedes estar preocupado por eso, papá? Menuda chorrada. Si tuvieras la cantidad de trabajo y los problemas que tengo yo, esto te parecería una tontería”. Tus padres ya lidiaron con problemas como los que tú tienes ahora. Para ellos, con su inseguridad y debilidad, todo ahora es un mundo.
  • Interésate por la persona, por lo que ha hecho, por su día a día. A pesar de su edad tienen sus actividades, sus llamadas a familiares, lo que han cocinado para comer, lo que han visto en un programa de televisión. A las personas nos gusta que se interesen por nosotros y por lo que hacemos.
  • Háblales de las cosas que les gusta oír. Les gusta saber qué has hecho en el trabajo, cómo están sus nietos, si te has comprado algo nuevo, con quién te has encontrado (sobre todo si ellos también lo conocen). Tus novedades son también las suyas. Ellos llevan viviendo tu vida desde que naciste. Así que, cuando los tienes al día de las novedades, siguen participando del proyecto.

No se trata de hablar para quedar bien, se trata de que se sientan acompañados, apoyados y queridos, y si podemos ser útiles, mejor.

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