Jubilarse
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Jubilarse no siempre es un momento fácil ni deseado

Enero 26, 2017 5 min 12 veces compartido

Muchas son las personas que están deseando jubilarse. Llega una edad en la que después de 40 años como profesional, se acusa el cansancio. A otros, por el contrario, la idea de dejar de trabajar les aterra: “¿Y ahora qué haré? Si dejo de ser productivo, ¿qué puedo ofrecer?”. Es un momento en el que desaparece toda la actividad a la que has dedicado toda tu vida, y esto descoloca a cualquiera.

El deseo de jubilarse o la pena por hacerlo van a depender de varios motivos:

  1. El tipo de profesión que uno ha ejercido. Por mucho que te guste tu trabajo, hay profesiones que desgastan mucho, como puede ser trabajar en la calle limpiando parques a cero grados, conducir un camión, estar en una mina o realizar la complicada cirugía de intervenir un cerebro. Hay profesiones que por su dureza climatológica, física o el nivel de esfuerzo mental que requieren, impiden que la persona se siga sintiendo fuerte y capaz de desarrollarla con precisión o con total rendimiento. El deterioro físico y mental es evidente y empieza a partir de los 30 años.
    Llega un momento en el que el profesional no se ve capaz, se nota cansado y desea poder disfrutar de una vida sin estrés y sin tanto esfuerzo.
  2. El nivel de disfrute obtenido. Hay personas con suerte o con valentía, que han podido dedicarse a lo que les apasiona, que han elegido su profesión. Le han dedicado horas y horas sin sentir que estaban “trabajando”. Invertimos muchas horas en trabajar, nos levantamos temprano, tomamos decisiones, compartimos experiencias con otras personas, pasamos buenos y malos momentos. El trabajo supone un tercio de nuestra vida. A aquellos profesionales que han experimentado la sensación de fluir en su trabajo, les cuesta más tomar la decisión de dejarlo. “¿Cómo voy a dejar de trabajar si me gusta lo que hago, si me hace sentir bien? Creo que sigo siendo eficaz, que tengo mucha experiencia, que la gente me valora”. Jubilarse, para ellos, es una decisión triste que les lleva a dejar una pasión. De hecho, muchos profesionales libres deciden no hacerlo o seguir conectados de alguna manera con su despacho, su consulta o su restaurante.
  3. El refuerzo recibido. Para muchos profesionales, jubilarse es dejar de ser lo que son, ya que identifican su valor y la imagen que tienen con su profesión. Dejar de trabajar es dejar de ser lo que ahora les representa. Son muchos los que han sacrificado su vida personal, incluso el hecho de tener hijos, por una profesión. Años y años de dedicación y reconocimiento social, que les llevan a asociar que la labor que desempeñan les hace ser buenos y que si dejan de desempeñarla, dejarán de serlo. Olvidan que son personas, parejas, padres o madres, amigos, y que en esos roles también se desenvuelven de forma maravillosa. Cuando eres muy reconocido por tu trabajo, el día que dejas de trabajar también te da miedo perder el reconocimiento, porque llevas muchos años alimentando tu autoestima a través del trabajo. Para ellos, la identificación de su persona, el autoconcepto, está estrechamente vinculado con su labor profesional.
  4. El apoyo social. Trabajando estás en contacto con gente, tienes un jefe o eres el jefe, tienes compañeros, clientes, personas con las que relacionarte. Si el tipo de relaciones que has establecido en tu vida profesional son de calidad, abandonarlas genera mucha tristeza. Hay muchas emociones y proyectos compartidos, gente que ha ayudado y apoyado. Muchos se han convertido en amigos y ahora supone despedirse de ellos, no para perderlos, pero sí para tener una relación más lejana. Las relaciones sociales pueden ser una gran fuente de satisfacción. Nos gusta sentirnos apoyados, nos gusta el sentimiento de pertenencia. Y todo eso se pierde al jubilarse. Podrás tener otro tipo de personas maravillosas alrededor, pero supone darle carpetazo a una parte importante de tu vida.
  5. El cambio. “¿Y ahora, a qué hora me levanto?”. Un trabajo te obliga a tener una rutina, tienes unos horarios y una disciplina. De alguna manera tu vida está ordenada y esto te da seguridad. La idea de jubilarse puede ir asociada al caos porque cambia todo: horarios de sueño, de comidas, de ocio. Supone volver a organizarse de manera distinta.
  6. Los nuevos proyectos. La esperanza de vida cada vez es más alta. Desde que te jubilas hasta que mueres, quedan muchos años, unos 20. Muchas personas han ido coleccionando placeres y aficiones para poder dedicarles tiempo una vez jubilados. Para ellos, el tiempo que van a ganar después de jubilarse tiene un sentido. Hay algo que les motiva y les anima en el cambio. Jugar al golf, hacer algún tipo de manualidad, correr medio maratón, visitar lugares y viajar, apuntarse a informática, aprender otro idioma, hacer un largo viaje para visitar a la familia, dedicar horas a la pesca, pasear sin mirar el reloj. Si encuentras lo que da sentido a tu vida, si encuentras una motivación que te enganche, jubilarse será una decisión que te abrirá las puertas a un mundo con el que llevas fantaseando años y que sabes que te va a hacer sentir bien.

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El miedo no es por lo que se acaba, lo triste es no tener la motivación por lo que empieza. Ahí es donde hay que trabajar, en la ilusión por lo nuevo. La calidad de vida de una persona de 65 años hoy en día puede ser altísima. Solo hay que saber aprovecharla.

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