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Después del fuerte repunte económico tras la pandemia, en 2025 la recuperación global se está ralentizando: el Banco Mundial prevé un crecimiento mundial del 2,3 %, una caída notable respecto a años anteriores.
En la Unión Europea, el crecimiento se mantiene modesto, se espera un PIB del 1,1 % en 2025, con mejoras previstas para 2026–2027 según el Departamento de Seguridad Nacional. Pero la inflación, aunque sigue bajando y se aproxima al objetivo del BCE del 2 %, el coste energético sigue presionando. Y muchos países se enfrentan al alza de precios y al escaso crecimiento.
En este contexto, podemos hablar de un escenario económico de estanflación, donde los precios suben y al mismo tiempo, la economía no crece. No se trata de un fenómeno nuevo, ya que fue crucial en los años 70 tras la crisis del petróleo, pero ahora vuelve a cobrar fuerza. Actualmente en España y Europa el desafío es especialmente relevante por su fuerte dependencia energética y la lenta recuperación económica.
¿Qué es la estanflación y cómo afecta en el contexto económico actual?
El término fue acuñado en 1965 por el político británico Iain Macleod y se popularizó durante los años 70, tras la crisis del petróleo provocada por la OPEP. En aquel momento, el encarecimiento de la energía desencadenó una espiral inflacionista que paralizó a las economías occidentales durante más de una década.
En términos más simples, la estanflación es una mala combinación: los precios suben, pero la economía no genera nuevas oportunidades de empleo ni crecimiento.
Es decir, no hay dinamismo económico que compense el encarecimiento del coste de vida. Por eso los economistas la definen como una combinación desagradable de inflación alta y crecimiento bajo. Además, el impacto es triple para los hogares y las empresas, así como para el empleo y la economía; precios más caros, menos empleo y menor producción… un cóctel nocivo para cualquier país.
El impacto es directo en la vida diaria:
- Para los hogares, los precios de la cesta de la compra, la energía o la vivienda aumentan, mientras los salarios no crecen al mismo ritmo.
- Para las empresas, suben los costes de producción y se reduce la inversión.
- Para el empleo, se frena la creación de nuevos puestos y puede aumentar el paro.
En definitiva, la estanflación supone un golpe a la economía: menos crecimiento y más dificultades para llegar a fin de mes.
¿Qué diferencia hay entre inflación y estanflación?
La estanflación no es lo mismo que una simple subida de precios ni debe confundirse con hiperinflación.
- Inflación: se refiere únicamente al aumento generalizado de los precios en una economía. Puede deberse a mayor demanda, costes de producción más altos o factores externos, pero normalmente va acompañada de cierto dinamismo económico.
- Estanflación: combina inflación con estancamiento o recesión económica. Es decir, los precios suben mientras el PIB no crece o incluso retrocede, lo que genera un entorno muy difícil de gestionar.
En un escenario normal de estancamiento económico, la caída del poder adquisitivo reduce la demanda y, por tanto, tiende a frenar la inflación. Lo que hace única a la estanflación es que se rompe esa lógica: la economía no avanza, pero los precios siguen escalando. Por eso se considera uno de los fenómenos más complejos de afrontar para gobiernos y bancos centrales.
Causas de la estanflación: los factores que pueden propiciar este escenario económico
Los expertos coinciden en que no hay una sola causa, sino una combinación de factores. Entre los más relevantes:
- Choques de oferta: como ocurrió en los años 70 con el petróleo, cuando un aumento abrupto del precio de la energía elevó los costes en toda la economía.
- Dependencia energética: en Europa y España, el peso de la importación de gas y petróleo hace que los precios internacionales impacten directamente en el consumidor.
- Políticas monetarias inadecuadas: si se mantiene una política expansiva demasiado tiempo, puede avivar la inflación sin que el crecimiento se acelere.
- Factores estructurales: baja productividad, envejecimiento de la población o rigideces en el mercado laboral que limitan la capacidad de crecimiento.
- Tensiones geopolíticas: guerras y conflictos internacionales que elevan los precios de materias primas y generan incertidumbre.
Consecuencias de la estanflación
La estanflación afecta tanto al bolsillo de las familias como a la estabilidad económica de un país. Entre las consecuencias de un escenario económico con estanflación está la pérdida de poder adquisitivo y la desigualdad social, entre otras.
- Pérdida de poder adquisitivo: los salarios reales caen porque suben los precios sin que los ingresos se ajusten igual de rápido.
- Mayor desigualdad social: las familias con menos recursos son las más golpeadas, al destinar un mayor porcentaje de su renta a alimentación y energía.
- Caída de la inversión empresarial: los costes altos y la incertidumbre reducen los planes de expansión y contrataciones.
- Dificultades para las políticas públicas: los gobiernos tienen menos margen para estimular la economía porque un exceso de gasto podría avivar aún más la inflación.
- Impacto en la deuda: los tipos de interés más altos encarecen el coste de financiar tanto a familias como a empresas y administraciones.
¿Hay riesgo de estanflación en 2025?
Hoy en día, cuando se habla de estanflación, lo que realmente se teme es que una complicación geopolítica vuelva a disparar la inflación y frene el crecimiento económico al mismo tiempo. Sin embargo, los expertos coinciden en que un escenario como el de los años 70 no es, por ahora, el más probable.
Aunque existen conflictos vigentes que tensionan las cadenas de suministro, la economía mundial actual es mucho más globalizada y la tecnología ayuda a sortear cuellos de botella que antes paralizaban a los mercados. Además, el FMI prevé un crecimiento sostenido para la economía global en 2025 y 2026, aunque con desaceleraciones en el horizonte.
Para que la estanflación se convirtiera en una amenaza real tendrían que coincidir varios factores adversos:
- Una escalada bélica internacional que afecte a las principales potencias (como un conflicto en torno a Taiwán).
- Un shock energético provocado por interrupciones graves en el suministro de petróleo o gas.
- Nuevas crisis sanitarias globales, como la aparición de una variante vírica que obligue a paralizar de nuevo la actividad económica.
- Eventos extremos inesperados, como catástrofes naturales que impacten directamente en la producción y distribución de bienes esenciales.
En conclusión, el riesgo de estanflación existe y debe vigilarse, pero a día de hoy no es el escenario más probable. La clave estará en la capacidad de los gobiernos y organismos internacionales para anticiparse y aplicar políticas que amortigüen las tensiones antes de que se conviertan en un bloqueo económico global.
Cómo se puede evitar la estanflación
La estanflación es difícil de combatir porque las medidas contra la inflación suelen frenar el crecimiento y viceversa. El Banco Mundial advierte que el crecimiento global del 2,3 % en 2025 es el más bajo en dos décadas si se excluye la pandemia y la crisis financiera de 2008. Por su lado, la Unión Europea mantiene la meta de inflación en el 2 %, aunque reconoce que los costes energéticos y las tensiones geopolíticas siguen siendo riesgos de primer orden.
En España, el Gobierno ha reforzado las medidas de apoyo a hogares vulnerables frente al coste energético y defiende que la reducción progresiva de la inflación permitirá evitar escenarios graves de estanflación, aunque los expertos piden no bajar la guardia.
Como usuarios, en un contexto de precios elevados y con la inflación todavía presente en muchos hogares, es importante saber cómo organizar nuestras finanzas. Más allá de las medidas que puedan tomar los gobiernos, saber cómo, a nivel personal y familiar, podemos gestionar la economía diaria en un contexto de estanflación.
¿Cómo gestionar el ahorro y las finanzas personales durante periodos de estanflación o inflación?
La clave está en planificar el ahorro de forma inteligente para que situaciones como la inflación o la estanflación no impacten directamente en el presupuesto mensual.
Pequeños gestos como revisar los gastos fijos, comparar precios en servicios habituales, destinar una parte del salario al ahorro de manera periódica o contar con productos financieros que protejan el capital frente a la pérdida de poder adquisitivo, pueden marcar la diferencia. De esta manera, aunque la economía atraviese ciclos de incertidumbre, es posible mantener la estabilidad y la tranquilidad en el día a día.
Veamos un ejemplo práctico. Si una familia reserva el 10% de sus ingresos mensuales en un producto de ahorro, conseguirá acumular un colchón que no solo ayudará para cubrir imprevistos, sino que además se revalorizará con el tiempo. Así, mientras el coste de la vida suba, este ahorro crecerá y les ayudará a mantener su nivel de vida sin que la inflación impacte tan directamente en su bolsillo.
Conclusión
La estanflación es un escenario incómodo: inflación alta y crecimiento bajo al mismo tiempo. Para los ciudadanos, significa precios más altos sin que la economía genere más empleo o riqueza.
En 2025, España y Europa viven con ese riesgo en el horizonte, aunque la bajada de la inflación y la estabilización energética ofrecen un respiro. La clave estará en aplicar políticas equilibradas y anticiparse con reformas estructurales que fortalezcan la economía.
En otras palabras, la estanflación no es inevitable, pero sí exige vigilancia constante, coordinación internacional y decisiones firmes para proteger a familias, empresas y al conjunto del país.