En España, los impuestos son un tema muy importante en el debate público, sobre todo por su relación con la reforma de las pensiones y la jubilación. No existe un único tipo de impuestos, dependen del porcentaje a pagar, o de si los paga una persona jurídica o una física, el motivo de su gravamen, si son a nivel nacional, autonómico o incluso local, etc. Todos y cada uno de estos impuestos tienen una finalidad específica y contribuyen a financiar los gastos y servicios públicos de nuestro país, como la sanidad pública, las pensiones, la educación o las infraestructuras.
España tiene uno de los mejores sistemas de pensiones de toda Europa a la vez que uno de los más costosos. Para poder financiarlo, el Gobierno tuvo que aplicar ciertas medidas fiscales entre las que se encuentra el sistema tributario progresivo, recogido en el Principio de Progresividad Tributaria en la Constitución Española.
Los impuestos progresivos son todas esas contribuciones que aumentan en función de la capacidad económica del contribuyente, es decir, cuanto mayor sea su renta, más alto será el porcentaje de impuestos que tendrá que pagar.
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El objetivo de este impuesto es lograr un reparto más equitativo de la carga tributaria, en el que todas esas personas que tienen mayores ingresos contribuyan más a la financiación de los servicios públicos y programas sociales. Esto se justifica por la idea de que aquellos que tienen más recursos financieros pueden pagar más impuestos sin que eso suponga una carga económica desproporcionada en sus economías familiares, mientras que para aquellos con ingresos más bajos suponga una carga más acorde y que les permita mantener un nivel de vida en condiciones.
Para entender mejor este concepto, a continuación se encuentran explicados algunos ejemplos de impuestos progresivos.
Existen varios tipos de impuestos progresivos que se aplican en distintos países del mundo. Algunos de los ejemplos más comunes de impuestos progresivos son:
1. Impuestos sobre la renta (IRPF): Este es uno de los más comunes y conocidos. En general, las personas con ingresos más altos pagan una tasa impositiva más alta que aquellas con ingresos más bajos. En los casos de personas con rentas muy bajas, existen algunas exenciones y deducciones. Como explica Ruta 67 en este artículo, el IRPF se divide en tramos que cambian anualmente. Consulta aquí cuáles son los tramos del IRPF para 2023.
2. Impuestos sobre el Patrimonio (IP): este impuesto es personal, lo que quiere decir que se aplica de manera individual sobre el patrimonio propio de cada persona física. Su cálculo se basa en el valor del conjunto total de los bienes y derechos del contribuyente.
3. Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones (ISD): este grava los bienes que se reciben ya sea por una herencia o por donación, si el patrimonio es mayor, el porcentaje a pagar obligatoriamente también aumentará.
4. Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados (ITP): grava las transacciones (compra/venta) de cualquier bien (como viviendas o vehículos) o ampliaciones de capital. El pago de este impuesto es en función del precio real del bien que está adquiriendo. Lo paga la persona que adquiere el bien mueble o inmueble.
Un ejemplo de lo que no es un impuesto progresivo sería el IVA, que es el mismo porcentaje para cada persona, por muy diferente que sea la renta de estos. Asimismo, algunas comunidades autónomas también aplican impuestos progresivos. Cada comunidad puede establecer sus propias tasas impositivas y exenciones fiscales en función de sus necesidades económicas y sociales. Por ejemplo, en Andalucía se aumentó recientemente la cantidad mínima que debía heredar para tener que pagar el Impuesto de Sucesiones. Es decir, si el hijo, cónyuge o pareja estable no hereda más de un millón de euros, no tiene que pagar este impuesto.
Como hemos visto, hay diferentes ejemplos de impuestos progresivos. Ahora vamos a ver cómo se divide la progresividad dentro de estos:
Existen muchos tipos de impuestos pero uno que puede llevar a confusión a los contribuyentes por su nombre es el impuesto proporcional. Los impuestos proporcionales mantienen fijos sus tasas impositivas, sin tener en cuenta su patrimonio ni su renta. Las principales diferencias entre ambos son las siguientes:
Este sistema tributario progresivo tiene un impacto directo en la financiación del sistema público de pensiones. Cuanto más ganan los trabajadores, más impuestos pagan, lo que se traduce en más ingresos para el Estado y, por tanto, en más recursos para financiar las pensiones. Sin embargo, también es cierto que cuanto más alto es el tipo impositivo, más difícil es que los trabajadores puedan ahorrar para su propia jubilación, ya que tienen menos ingresos disponibles.
En resumen, los impuestos progresivos en España son aquellos que gravan la renta o el patrimonio de los ciudadanos de forma creciente según aumenten los ingresos o patrimonios. Estos impuestos quieren garantizar una distribución más justa y equitativa de la carga fiscal, contribuyendo a reducir la desigualdad económica en el país.
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