El envejecimiento de la población es una realidad, y desde hace años las organizaciones mundiales como OMS insisten a los países en abordar esta situación. El último informe de las Naciones Unidas advierte de la necesidad de frenar una tendencia que es algo más que una discriminación por la edad: el edadismo supone un problema de salud pública, acorta la vida, acentúa la dependencia y además, supone un importante coste económico.
¿Pero cómo combatir el edadismo en nuestro día a día? Entre las soluciones para el envejecimiento de la población está evitar su discriminación para que sigan siendo capaces e independientes. Para ello, hay que pelear por su integración, ya que la edad es solo un número y una cuestión de actitud, y así lo aseguran los expertos.
El cambio es imprescindible. Se puede empezar por pequeños gestos y actitudes que sin querer hacemos a diario. Pero también se debe ir más allá y aprovechar el talento senior, porque tiene muchos beneficios. Seguro que sin quererlo has tenido actitudes edadistas con tus mayores. Un buen punto de partida para combatir el edadismo está en acabar con esos comportamientos, que aunque no lo creas, molestan hasta a tus abuelos.
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El edadismo, como explica la Fundación ‘la Caixa’ en su Glosario sobre el edadismo, es la discriminación por edad, especialmente de las personas mayores o ancianas, ya sea a través del lenguaje o de ciertas ideas preconcebidas que excluyen o marginan según la edad de la persona. Te contamos las cinco actitudes edadistas más habituales:
Usar un tono distinto, hablarles más lento y más alto, usar frases más cortas, como si no pudieran seguir una conversación, llamarles con diminutivos, en general el uso del baby talk, que es lo que conlleva una manera de hablarles exagerada y poco natural. Esto que seguro que has presenciado en más de una ocasión, es una actitud que les discrimina por hacerles sentir inferiores, infantilizados o poco capaces.
Muy relacionada con la anterior está esta segunda actitud edadista habitual, no solo entre familiares, sino también en entornos laborales o cotidianos, en situaciones comunes como en el médico o en otro tipo de servicios en los que se ven subestimados e invalidados. Como si no tuvieran nada que aportar en su entorno. Esto les hace un flaco favor, les hace dependientes e incluso entorpece sus habilidades. Seguro que más de una vez has pensado: “¿pero qué está diciendo este señor?” o “no va a poder hacerlo”. Pues en realidad, cuanto más partícipes y capaces se sienten, más activos y saludables se mantienen.
“Vamos a tomarnos la medicación”, “No puedes ir solo al médico, te tenemos que acompañar”, “déjalo, yo lo hago que te vas a hacer daño”… Este es un clásico, la sobreprotección. Y de nuevo, el envejecimiento no tiene por qué acabar con la independencia de nadie, de hecho, las sociedades son cada vez más longevas pero esto no debería de ir ligado a un aumento de la dependencia, como sí ocurre en España.
Cada vez nos retiramos del mercado laboral más tarde, nos mantenemos activos e independientes hasta bien avanzada nuestra edad y por ello, actitudes como la sobreprotección van en detrimento de alargar la calidad de vida de las personas. Porque una cosa es ofrecer nuestra ayuda y otra muy distinta es la sobreprotección.
Los estereotipos y prejuicios sobre la vejez son muy habituales, en este sentido, aunque creamos que estamos siendo cariñosos, usar ciertas expresiones pueden ridiculizarlos. “Ya estás contando batallitas”, “viejo”, “cada vez estás más sordo”, “¿cómo puede ser que no te acuerdes?” y estas expresiones que les ridiculizan por su edad.
Y por último, otra de las más habituales es la pérdida de empatía hacia los más mayores. No solemos vernos reflejados en ellos y es cierto que los referentes de mayor edad también escasean en la esfera pública y mediática, pero no podemos caer en la deshumanización porque es una de las peores actitudes edadistas. No respetar su intimidad, no hacerles partícipes, no esforzarse por integrarlos en una conversación, no valorar su experiencia ni mostrar interés por sus sentimientos, opiniones o por su propia vida; este tipo de comportamientos les excluye.
Pero también hay otros tipos de edadismo que están mucho más arraigados y que es necesario erradicar. Es un fenómeno que está presente en las instituciones, en leyes, o en normas, así como en servicios públicos. Todo ello limita las oportunidades y la participación de las personas según su edad. En casi todos los ámbitos de la sociedad existe y hay que tomar conciencia de estas actitudes edadistas para poder combatirlas. Te dejamos algunas soluciones que pueden ayudar:
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