¿Demasiado mayor para seguir jugando?

Si nos tomamos el juego como un estilo de vida, como una actitud, nunca seremos lo suficientemente mayores como para dejar de jugar. Existen estudios científicos en los que a las crías de animales se las expone a la privación de juego y terminan desarrollando alteraciones en el cerebro. Sabemos que cuanto más evolucionada es una especie animal, más tiempo dedica al juego. Jugar es una actividad que favorece funciones cognitivas, así como cambios en el estado de ánimo. Y realmente se puede jugar en cualquier ámbito. Se puede jugar en el trabajo, educando, en el tiempo de ocio, etc. Jugar nos relaja y facilita el aprendizaje. Sabemos que todo aquello que se aprende jugando, se entiende, se retiene y se reproduce mejor.

Pero para muchos el juego está asociado a la conducta infantil, poco responsable y despreocupada. El juego se contempla como una actividad antagonista al trabajo. Si estás jugando no estás trabajando y si estás trabajando no deberías estar jugando. Pero realmente esto es una equivocación. Jugar es una forma de aprender, de mantenernos jóvenes a nivel cognitivo, de favorecer un estado anímico positivo, relajarnos e incluso ser más creativos. Jugar estimula la curiosidad, permite que te involucres sin ansiedad en un reto y que pierdas el miedo a perder o a fallar. Así que jugar, lejos de ser equidistante de la conducta responsable y profesional, debería estar integrado como una metodología que potencie el rendimiento en las empresas. No hay más que ver las oficinas de Google y otras empresas que empiezan a apostar por estos cambios.

En cuanto a la educación, educar jugando permite reducir muchísimo los niveles de tensión y ansiedad que surgen utilizando técnicas tradicionales como “me tienes que obedecer a la primera” o “esto lo haces porque lo digo yo, ¡y punto!”. Hay padres que se pierden entre gritos, chantajes emocionales o amenazas. Jugar requiere de mucha creatividad y paciencia por parte de los padres, pero a la larga educas con gusto, permitiendo que elijan, que participen, que tengan autonomía y que todos se diviertan. Padres que, generación tras generación, copian e imitan pautas de educación de sus padres que hoy están obsoletas y que son ineficaces, y que ni siquiera se cuestionan si existe una forma de educar más cómplice y positiva. No es lo mismo decir: “Recoged los juguetes ya, me tenéis cansada de tanto repetirlo, no me obedecéis nunca” que decir: “Hoy se inicia la carrera mundial de Fórmula 1, que consiste en reducir cada día los tiempos cuando recojáis los juguetes. Ponemos el cronómetro del teléfono en marcha, colocaros en la parrilla de salida y: ‘¡Preparados, listos, ya!’”. ¿Con cuál de las dos opciones crees que saldrán disparados a recoger como si no hubiera un mañana?

Jugar tiene muchos beneficios, a la edad que sea:

  1. Fomenta la creatividad. Cuando modificamos la manera de abordar un problema, también cambiamos el tipo de soluciones que le damos. Si tratamos de buscar soluciones a una situación como si fuera un reto, un misterio, o como si fuéramos personajes de una película, seguro que se nos ocurrirán ideas nuevas y diferentes.

  2. Produce endorfinas y dopamina. Son neurohormonas y neurotransmisores de la felicidad y nos enganchan. Jugar nos hace sentir bien, divertidos y felices.

  3. Nos relaja, inhibiendo la respuesta de ansiedad y estrés. El estrés nos bloquea e impide que pensemos con claridad. El hecho de jugar relaja y permite tomarte el reto sin presión.

  4. Rejuvenece la mente. Si eres una persona jubilada, deberías estar todo el día jugando al solitario, a juegos de palabras, a juegos de estrategia, hacer puzles, todo lo que te lleve a pensar y darle vueltas al coco. La mente se mantiene activa y joven cuando la entrenamos.

  5. Mejora el rendimiento. Una persona que juega en el trabajo, disfruta. En lugar de estar mirando el reloj para ver cuándo es la hora de salir, está deseando seguir participando en algo que le divierte.

  6. Mejora las relaciones personales y el ambiente laboral. En el juego aportamos todos. El juego también facilita las interacciones en los niños. Permite que hablen, rían, compartan y se lo pasen bien.

  7. Mejora el aprendizaje. Jugar desarrolla el córtex prefrontal, que es la última parte del cerebro en evolucionar. Interviene en la memoria de trabajo, la toma de decisiones, la planificación y el pensamiento flexible.

Prueba un día, en el contexto que sea, a decir: “Os voy a enseñar un juego”, y verás cómo en segundos atrapas la atención y curiosidad de adultos, adolescentes y niños.

Patricia Ramírez

Licenciada en Psicología, Máster en Psicología Clínica y de la Salud y Doctorado en el departamento de personalidad, evaluación y tratamiento psicológico de la Universidad de Granada. Ha escrito varios libros dedicados a la Psicología con enfoques diferentes. Colaboradora y ponente habitual sobre temas sobre optimismo y actitud, personalidad autotélica, cohesión y trabajo en equipo, valores del deporte de alto rendimiento aplicados a la empresa, saber competir en el deporte y en la vida, resiliencia, liderazgo, gestión del talento, entrenarse para la vida, etc.

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