Decía el conocido premier británico Winston Churchill que “para mejorar hay que cambiar, pero para ser perfecto hay que cambiar a menudo”. Recurrir a un consultor financiero puede ser la mejor decisión que un inversor, una familia o una empresa tome a lo largo de su vida para alcanzar el éxito económico, pero hay que pensar que, como ocurre cuando se acude al médico, siempre será mejor apelar a sus servicios cuando nuestras finanzas estén en condiciones de tomar un impulso positivo de cara al futuro, antes de que sea tarde y resulte inviable llevar a cabo ninguna estrategia efectiva.
El consultor financiero personaliza el trabajo con cada cliente y, casi como primer cometido profesional, su tarea es conocer bien a quien tiene en frente, entender su filosofía de inversión y su tolerancia al riesgo, discernir cuáles son sus objetivos en el largo plazo y llevar a cabo una planificación flexible en el tiempo y con no pocas dosis de paciencia y de gusto por la educación financiera.
Un consultor financiero es mucho más que un experto en mercados y finanzas. De hecho, su portfolio de habilidades es tan extenso que, a modo de resumen, cabe citar:
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Con estas características, el consultor es capaz de desplegar su estrategia financiera profesional, procurando ayudar a su cliente a cumplir con sus objetivos, lo que se refleja, por ejemplo, en algunos casos de éxito como estos:
1. Sacando su vena más docente para calmar al inversor y evitar que sea impulsivo con las caídas que se han producido recientemente en los mercados por la pandemia de la covid-19. La experiencia en recesiones anteriores señala que no es una buena estrategia vender ahora para obtener liquidez y esperar un futuro repunte de los mercados, sino mantener posiciones, ser frío y confiar en la filosofía de inversión que se desarrolle.
2. Asesorando al cliente sobre cómo lograr que sus inversiones tengan un mejor tratamiento fiscal. Por ejemplo, en los productos de ahorro existen muchas particularidades, como:
En el caso de los fondos de inversión, su principal ventaja fiscal estriba en la exención de tributar por las ganancias en caso de reinvertir en otro fondo. Es decir, si se traspasa el dinero de un fondo a otro, no se deben abonar impuestos en la declaración de la renta. Esta exención por traspaso y reinversión permite aprovechar el interés compuesto y ahorrarse un mínimo del 19% de las ganancias por cada cambio, que, de otra forma, habría que pagar a Hacienda.
3. Guiando a las empresas en momentos de estrangulamiento de la liquidez, como puede estar ocurriéndoles en esta crisis a muchas empresas, a gestionar mejor la tesorería, revisando los períodos de cobro y de pago, las reservas, los principales ratios financieros o el flujo de caja.
4. Redefiniendo la cartera de inversiones de un particular que no estaba alineada con su perfil personal de riesgo, lo que le generaba una intranquilidad que era inasumible en un proyecto a largo plazo.
5. Adaptando el portfolio de inversión de un cliente con perfil conservador que, aun en la actual coyuntura de bajos tipos de interés, mantenía todo su capital en depósitos que apenas le generaban rentabilidad. Hablando con él, explicándole con calma la situación y midiendo con cautela cada paso que se daba, el consultor fue capaz de modificar su cartera hasta incluir una parte relevante en renta variable que empezó a lograr retornos importantes.
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