La palabra ansiedad es de uso habitual. La usamos como quién pronuncia cualquier alimento básico. Hemos normalizado tanto a la ansiedad, que para algunos se ha convertido en un “ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio”. Y es que hay personas que prefieren incluso no desprenderse de ella porque su falta les genera inseguridad.
¡¡¿Cómo?!! Ahora muchos se habrán llevado las manos a la cabeza. ¿Cómo no voy a querer desprenderme de la ansiedad si me limita mi vida? Por la sencilla razón de que se ha convertido para muchas personas en una especie de zona inconfortable pero conocida, predecible. Y eso da seguridad.
Cuando hablamos de ansiedad hablamos siempre a la ligera. La ansiedad es una respuesta que dan cuerpo y mente cuando interpretan que nos encontramos ante una situación de peligro. Ojo, de peligro de supervivencia
¿Sabías que tu ahorro también puede ser responsable?
Antaño, en las cavernas, los peligros existentes ponían en riesgo nuestra vida. Se trataba de fieras o de cambios climáticos que podían matarnos. Por ello, nuestra mente y cuerpo, inteligentes ellos, desarrollaron una forma de huir, de evitar o de paralizarnos para preservar nuestra vida. Por eso, querido lector y querida lectora, estáis hoy aquí, leyendo en este momento este artículo. Porque sus ancestros, a través de la ansiedad, burlaron peligros y se pusieron a salvo. Consiguieron escapar, consiguieron vencer a las inclemencias y los peligros. Y lo hicieron porque su cuerpo y mente entraban en pánico: aceleraban la respuesta cardiaca, la respiración, la sangre se distribuía a músculos periféricos, les entraban ganas de ir al baño y evacuar, empezaban a sudar, se quedaban pálidos (porque la sangre estaba en bazos y piernas para poder correr y huir), su foco de atención se convertía en visión en túnel…Y conseguían ponerse a salvo.
Pero hoy, damas y caballeros, hoy no convivimos a diario con esa clase de peligros. Tenemos incomodidades, tenemos miedos que anticipamos y que la mayoría de las veces no suceden, tenemos un estado de bienestar que nos protege (lo del Coronavirus nos ha desconcertado, pero sufrir una pandemia es una situación poco habitual). Y a pesar de este estado de bienestar, nuestra mente crea peligros que nos alarman. Miedo a que tu pareja te deje, miedo a tu jefe, miedo a tener cáncer, miedo a que a tus hijos les pase algo, miedo a atragantarse, miedo a hablar en público, a viajar en avión, en coche, miedo a no ser aceptado…
Ansiedad tiene nombre de mujer. Casualmente las mujeres en la edad adulta somos más vulnerables a padecerla. Porque no nos engañemos, la ansiedad también tiene su parte genética. Hay personas que son más vulnerables que otras. Y en general, los hombres, están más protegidos. Que una persona sea vulnerable no significa que sus genes tengan que expresar la respuesta de ansiedad. La vulnerabilidad nos avisa de que somos propensos, pero la psicología ofrece herramientas a diestro y siniestro para tener la ansiedad a raya. Incluso siendo vulnerable.
Al margen de la vulnerabilidad genética, ¿qué más ayuda a desencadenar la respuesta de ansiedad?
1. La experiencia que tenemos con situaciones estresantes
Como pueden ser una experiencia negativa con un examen, con una relación o haber sufrido un percance de tráfico. Las personas quedamos enganchadas más a las emociones de las experiencias que a las propias experiencias. Es el recuerdo emocional de lo vivido lo que nos lleva a anticipar que volveremos a sufrir tanto en la misma situación.
2. El ritmo de vida
La inmediatez, la rapidez, la prisa, el querer estar en todo cuando es imposible.
3. La mala gestión del tiempo
Si en tu lista de tareas y responsabilidades diarias tratas de abarcar más de lo que da un día de 24 horas, es normal que sufras ansiedad. Es importantísimo aprender a diferenciar lo que es urgente e importante de lo que no es. Y establecer prioridades.
4. Falsas creencias
Estas falsas creencias relacionan la exigencia, la perfección y la superación continua con la idea de ser mejor y de ser más valioso.
5. Las interpretaciones exageradas, irracionales o negativas
Creemos erróneamente que interpretar de forma negativa, anticipar lo peor, nos va a proteger emocionalmente en el que caso de que así ocurra. Pero no hay evidencia científica de que eso sea así. Anticipes o no, se sufrirá de la misma manera si se termina por vivir el peor de los escenarios.
6. La incertidumbre
¡Cómo nos gusta tener nuestra vida bajo control! Nos da seguridad. Y la seguridad, serenidad y paz.
Si te sientes identificado en alguna de estas situaciones, puede empezar por plantearte reducir el nivel de actividad de tu sistema nervioso. Ni la prisa, ni la exigencia, ni anticipar te van a traer paz. Aquí tienes 5 consejos que pueden ayudarte a vivir con menos ansiedad.
La ansiedad siempre va a estar presente en nuestras vidas. Si en estos momentos de confinamiento, desescalada y de coronavirus no tuviéramos miedo y ansiedad, seguro que nos comportaríamos con mucha más imprudencia. La ansiedad cumple una función. Pero no la malgastes en lo que no la necesita.
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