Pareja de personas mayores felices sin preocuparse por cánones de belleza
La ruta de tu vida

¿Esclavo de tu imagen?

Mayo 22, 2018 6 min 45 veces compartido

De siempre se le ha otorgado a la imagen física un poder que ha llevado a discriminar más que la religión, la edad o el sexo. Vivimos en una sociedad en la que lo bello y lo atractivo son sinónimos de bueno, de deseo o de poder. Millones de personas atormentándose por conseguir el tipo perfecto, la talla perfecta, los labios perfectos, el tamaño de pechos perfecto, y poder así reafirmarse y sentirse seguras. Ellas y ellos. La industria de la belleza mueve billones entre el culto al cuerpo, los centros deportivos, los cirujanos plásticos, los centros de belleza, las cremas que prometen todo tipo de ácidos que mitigan o eliminan tus arrugas, los tratamientos blanqueadores para dientes color blanco Hollywood, los implantes de pelo y la ropa sexi, provocativa, a la moda, elegante, etc. Todo gira en torno a la imagen. ¿Te imaginas qué personas más felices podríamos ser si invirtiéramos tanto ahínco, tanto dinero y tanto tiempo en cuidarnos por dentro?

Hay tantas personas dependiendo de verse bien, que no conseguirlo es síntoma de frustración, de baja autoestima, de inseguridad y de dolor, mucho dolor. ¿Estamos equivocándonos? De cabo a rabo, no era una pregunta retórica. Nadie puede permanecer eternamente joven, y además hacemos juicios de valor frívolos y estúpidos sobre la gente “guapa” y la que no lo es, y cualquier esclavitud y obsesión solo acarrean sufrimiento.

Tres son los motivos por los que esta sociedad sobrevalora la imagen de juventud y de belleza:

Una escala de valores equivocada

Nos han educado en la idea de que lo bello y lo joven es bueno. Y no podemos librarnos de la responsabilidad o pensar que solo son los medios los que inculcan estos valores. Muchos son los hogares en los que se exige a los hijos que pierdan peso, que se arreglen, que se vistan de acuerdo a un protocolo que los adultos deciden que es el correcto. Vemos constantemente cómo hombres mayores se enamoran de mujeres veinte años menores que ellos, dejando atrás matrimonios de años, u oímos comentarios de los padres hacia sus hijos como: “Qué feíta se ha puesto tu amiga. Fulanita no se cuida nada, cuántos kilos se ha echado encima”.

La sociedad también realiza juicios de valor constantes con aquellos que no responden a la imagen deseada: son vagos, dejados, poco constantes, sin fuerza de voluntad o sin autocontrol.

Inseguridad interior

Hay personas que se ven poco inteligentes, con poca memoria, sin chispa intelectual, con escasa cultura general, sin temas de conversación o poco hábiles en sus relaciones personales. En definitiva, personas que creen que tienen poco que aportar desde su interior.

Invertir tiempo y dinero en formarse, en talleres para entrenar las habilidades sociales, viajar, leer más, les supone una inversión de tiempo y esfuerzo que cuesta más que cuidar el exterior. Creen que ese físico será admirado y que captarán la atención de los demás solo por ser altos, guapos o delgados. Pero créanselo: esto, además de ser pan para hoy y hambre para mañana, solo les llevará a relacionarse con personas con esa misma escala de valores. Relaciones frívolas y superficiales que terminan por no satisfacer nuestras necesidades personales.

Aspecto físico sobrevalorado

Puedes tener la suerte de nacer alto, bajo (si quieres ser jinete de carreras de caballos o piloto de motos), delgado, fibroso, con unos ojos verdes espectaculares o con un pelo fuerte, brillante, sedoso y sano… Hay personas que son físicamente espectaculares y por ello son admiradas por todos: modelos, actores y actrices, influencers en las redes sociales. Viven de su físico porque el entorno, la industria o sus seguidores han decidido que su físico tiene un valor. Y esto no está mal, ni bien. Es una profesión y un modo más de vida. Como otro cualquiera. El problema reside en el momento en el que interpretamos que si no eres así, tú no tienes valor.

Cuando todo el día te dicen lo guapo que eres, el estilazo que tienes, lo bien que te sienta algo, la propia persona termina por relacionar que su imagen es su poder.

Incluso son muchas las mujeres y muchos los hombres atractivos que utilizan ese encanto para seducir a un cliente o para manipular una relación. Y en el momento en que el atractivo físico se pierde, también se pierden la seguridad y la confianza de la persona. Han aprendido que la manera de relacionarse y tener éxito es a través de la apariencia física.

Las personas que viven esclavas de su imagen identifican el físico como parte de su seguridad, de su autoestima, y lo peor de todo, de su valía como personas. Envejecer se convierte para ellos en una lucha obsesiva. Envejecer es perder el atractivo, dejar de gustar, perder poder e incluso tener miedo a perder relaciones personales.

No se trata de que te dejes, de que no te cuides, de que no te hidrates, de que no te sientas a gusto contigo mismo. Pero también se trata de que cultives tu interior: simpatía, educación, don de gentes, compañerismo, amistad, cultura, conversaciones bonitas, detalles… Tenemos tantas cosas que aportar y compartir con los demás, que dejar nuestro valor en manos de lo físico es desaprovechar nuestro potencial.

Como adultos, como padres, como maestros, tratemos de educar en valores para que no tengamos una sociedad que se frustre y sufra por no estar a la altura de los cánones de belleza. Seamos conscientes de los comentarios no conscientes que realizamos a diario cuando vemos la tele, cuando miramos fotos, cuando conversamos sobre cualquier tema.

Con 10, 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80 o más años, siempre, siempre, nos quedará nuestro interior. Es importante cuidar y embellecer lo que va a acompañarnos siempre.

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