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Volver de las vacaciones… ¡no es un drama!

A muchos les cuesta la vida volver de las vacaciones, entendiendo que es el momento en el que “se acaba lo bueno”. Volver de las vacaciones es la vuelta a la rutina, los horarios, el trabajo y el olvido del ocio, los amigos de verano, las terrazas, el buen tiempo, el moreno que tan bien sienta, el descanso y la práctica de actividades que nos hacen sentir bien. Y entre aquello con lo que te encuentras al llegar a casa y lo que pierdes, a desgana, el estado de ánimo se desquicia.

Uno de los motivos de por qué nos sienta tan mal la vuelta es porque nos planteamos mal el resto del año. No tiene mucho sentido estar once meses al año viviendo para disfrutar 30 días de descanso. Es cierto que no podemos vivir sin responsabilidades todo el año, pero también es verdad que nos hemos metido en una dinámica competitiva y en un círculo de estrés, por lo que no es de extrañar el sufrimiento que genera pensar que abandonamos el relax.

Si fuéramos capaces de vivir con más tranquilidad, las vacaciones serían igual de deseadas, pero la vuelta a la rutina no generaría el drama que supone para muchos. De hecho, se habla de la depresión postvacacional. A muchas personas les provoca apatía, problemas de sueño, pérdida de apetito y sufren ansiedad.

Plantearnos otro año laboral distinto es posible:

  1. Empieza por plantearte el curso con paciencia. Exígetela a ti mismo y practícala con los demás. Tener paciencia es saber esperar de forma relajada. Tener paciencia es parte de cambiar el ritmo. Necesitas una palabra clave para decírtela a ti mismo cuando veas que “el ansia” se apodera de ti. Decirte algo así como “con calma”, “tranquilo”. Utiliza alguna expresión que te sirva como interruptor al hábito de correr, ir disparado o quererlo todo ya. En el momento en el que te comportas de forma paciente, y para eso basta con que te digas “stop, tranquilo”, tu nivel de ansiedad se disipa.
  2. Establece tus innegociables. Los innegociables son momentos, actividades o incluso personas al día o durante la semana con los que te sientes bien. Son cosas que necesitas en tu día a día para mantener la serenidad y el equilibrio. Y como dice el enunciado, son innegociables. Es decir, tienes que vivirlos o practicarlos sí o sí. Tu ejercicio, tu ducha, la llamada a tu mejor amiga, un café a solas, el rato de lectura, diez minutos de siesta, distraerte con un juego un rato…, pequeños detalles que te hacen sentir a gusto. Decide cuáles van a ser y en qué momento los vas a practicar, y no renuncies a ellos.
  3. Actúa lento, camina lento, habla despacio. Es decir, reduce una marcha. Cuando te mueves y te comportas de forma rápida, incluso atropellada, no ganas tiempo. Más bien lo pierdes. Cometes más número de errores y torpezas. Y te pasas todo el día con la sensación de desasosiego. Prueba a realizar todo más despacio. Lo disfrutarás más y te encontrarás más tranquilo.
  4. Gestiona tu agenda de tal manera que permita una interrupción entre tarea y tarea. No pienses que esto es perder el tiempo, al revés. Te permite desconectar de lo anterior para concentrarte en lo nuevo. Cuando no lo hacemos, mezclamos carpetas y empiezas a gestionar una actividad con los estímulos de la otra. Solo necesitas unos minutos entre una y otra.
  5. Más no es sinónimo de mejor. Ni más horas sentado en la oficina te convierten en eficaz, ni la sobreprotección y colaborar en todo en casa te hacen mejor padre o mejor marido. Busca siempre la eficacia y la eficiencia, no el número de horas. Ya sé que la cultura empresarial española invita a estar más sentado que siendo productivo, pero igual hay algo que puedas empezar a hacer tú desde tu posición. Busca resultados, no horas.
  6. No te levantes con el tiempo justo. Terminas corriendo, pegando gritos a los niños, desquiciándote en el coche. Sacrifica quince minutos de sueño para poder empezar el día relajado. El desayuno es vital, y si puedes utilizar este momento para repasar tu agenda y preparar tu idea, seguro que eliminas imprevistos.

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Un buen año está más al alcance de lo que nos imaginamos. Es cierto que no puedes elegir a tu jefe, a veces tampoco escoges tu puesto de trabajo. Pero sí decides cómo comportarte con ellos, a qué dirigir el foco de atención, y cómo convertir momentos grises en algo más coloridos. El día tiene muchas horas, y saber gestionarlas para estar en equilibrio es una tarea que depende de ti.

Patricia Ramírez

Licenciada en Psicología, Máster en Psicología Clínica y de la Salud y Doctorado en el departamento de personalidad, evaluación y tratamiento psicológico de la Universidad de Granada. Ha escrito varios libros dedicados a la Psicología con enfoques diferentes. Colaboradora y ponente habitual sobre temas sobre optimismo y actitud, personalidad autotélica, cohesión y trabajo en equipo, valores del deporte de alto rendimiento aplicados a la empresa, saber competir en el deporte y en la vida, resiliencia, liderazgo, gestión del talento, entrenarse para la vida, etc.

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