Para que un país goce de un sistema económico fuerte se precisa de mecanismos para canalizar el ahorro y poder transformarlo en inversión. Estos mecanismos son los mercados de valores, que pueden definirse como aquellos espacios donde se llevan a cabo negociaciones bursátiles de activos financieros, y en donde cada uno cuenta con sus propias normas y métodos de funcionamiento.
En el caso de España, el mercado de valores recibe el nombre de mercado continuo y opera mediante un sistema electrónico que interconecta las cuatro bolsas de valores nacionales (Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia) favoreciendo la realización de operaciones bursátiles de compra y venta de títulos y acciones.
Aunque en otros países europeos como Reino Unido u Holanda ya existían desde hace varias décadas sistemas de negociación de valores, la primera Bolsa en España no apareció hasta el año 1830 en Madrid. Hubo que esperar bastante para que se pusiera en marcha la segunda en Bilbao en 1881, y hasta bien entrado el siglo XX para que Barcelona abriera la tercera en 1915. Ya en 1981, abrió en Valencia el cuarto y último mercado de valores surgido en el país.
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En 1988, se aprobó la Ley del Mercado de Valores, que, entre otros hitos, permitió:
A pesar de la implementación de esta Ley, cada una de las cuatro Bolsas poseía una organización y metodología propias, por lo que en 2001 pasaron a integrarse como filiales en Bolsas y Mercados Españoles (BME), que comenzó a gestionar todos los mercados secundarios españoles.
El mercado continuo comenzó a operar en 1989 y está regulado y supervisado por la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores), en tanto que las inversiones se depositan y liquidan por medio de la sociedad Iberclear. La principal cualidad del mercado continuo español es que permite conectar las cuatro plazas de negociación como si de una única Bolsa se tratase, a pesar de que cada una se sigue organizando de una forma distinta.
El mercado continuo se subdivide a su vez en otros cinco:
Para poder formar parte del Ibex-35 cada empresa tiene que ser evaluada por el Comité Asesor Técnico, que es el órgano que decide qué empresa posee ciertas características y cuáles no. Los puntos que se han de cumplir son:
Como a muchas entidades no les será posible cumplir con este abanico de criterios, la opción más factible es entrar en el mercado continuo, que abarca, por lo tanto, muchas más empresas y sectores, encontrando firmas de muy distinta capitalización bursátil, con mayor o menor solidez y diferentes niveles de riesgo.
Esto quiere decir, en definitiva, que habitualmente habrá más volatilidad en el mercado continuo, lo que, traducido a un lenguaje más llano, significa que los cambios en los precios de las acciones se producen más rápidamente, por lo que experimentarán con mayor frecuencia subidas y bajadas relevantes. Esto no tiene por qué ser necesariamente algo negativo para el inversor, sino que quiere decir que se presentan más oportunidades si se actúa, eso sí, con cierta cautela y apostando por la diversificación.
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