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El alzhéimer no tiene cura, pero la ciencia ha demostrado que adoptar un estilo de vida activo, tanto física como mentalmente, puede retrasar su aparición y ayudar a reducir el riesgo de deterioro cognitivo. Incorporar determinados ejercicios a la rutina diaria no solo fortalece el cuerpo, sino que también estimula el cerebro, creando una reserva cognitiva que actúa como protección frente a la enfermedad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), mantenerse activo de manera regular puede mejorar la memoria, la atención y las habilidades de resolución de problemas, además de prevenir factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes o la obesidad, que están estrechamente relacionados con la demencia.
Ejercicio físico: el combustible del cerebro
El cerebro necesita un flujo constante de oxígeno y nutrientes para funcionar correctamente. La actividad física favorece la circulación sanguínea y estimula la producción de nuevas conexiones neuronales, lo que puede mejorar la plasticidad cerebral. Entre las actividades recomendadas está:
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- Caminar a paso ligero: 30 minutos diarios ayudan a mantener la salud cardiovascular y cerebral.
- Natación o aquagym: ideales para personas con problemas articulares, ya que combinan ejercicio aeróbico con bajo impacto.
- Yoga o taichí: mejoran el equilibrio, reducen el estrés y favorecen la conexión mente-cuerpo.
- Entrenamiento de fuerza: con pesas ligeras o bandas elásticas, ayuda a preservar masa muscular y estabilidad postural.
“Un estudio de la Universidad de Columbia demostró que realizar actividad física aeróbica tres veces por semana durante al menos 45 minutos mejora la función ejecutiva y la memoria en personas mayores”.
Ejercicios cognitivos: el gimnasio de la mente
El cerebro, igual que un músculo, necesita entrenarse para mantenerse ágil. Los ejercicios cognitivos estimulan la memoria, la atención y el lenguaje, y pueden retrasar la aparición de los síntomas del alzhéimer.
Ejemplos de estimulación mental:
- Lectura diaria: novelas, artículos o periódicos que despierten el interés.
- Aprender algo nuevo: un idioma, un instrumento musical o habilidades manuales.
- Juegos de estrategia: ajedrez, sudoku, crucigramas o sopas de letras.
- Actividades creativas: pintar, escribir, fotografía o artesanía.
Mantenerse activo física y mentalmente es clave para retrasar el alzhéimer. La práctica regular de ejercicio y la estimulación cognitiva fortalecen la memoria, mejoran la atención y crean una reserva cognitiva que protege frente al deterioro.
Además, la interacción social, como conversar, participar en grupos culturales o realizar voluntariado, potencia la estimulación intelectual y emocional, reduciendo el riesgo de aislamiento y depresión.
Ejercicios combinados: cuerpo y mente trabajando juntos
Las actividades que integran movimiento físico con concentración mental son especialmente beneficiosas para la salud cerebral:
- Bailes de salón: mejoran la coordinación, la memoria de secuencias y fomentan la socialización.
- Clases de gimnasia con coreografía: requieren aprender y recordar pasos mientras se ejercita el cuerpo.
- Deportes como el pádel o el tenis: estimulan la toma rápida de decisiones y la coordinación entre el ojo y la mano.
Conclusión: la constancia es la clave
No se trata de realizar ejercicios complejos, sino de ser constante. Mantener una rutina variada que combine actividad física, estimulación mental y vida social es la mejor forma de proteger el cerebro y favorecer un envejecimiento activo. El mensaje es claro: moverse y pensar más es la mejor inversión para tu salud cerebral.