La necesidad de actuar con responsabilidad social y medioambiental en el área empresarial y financiera es cada vez más fuerte. A partir de los años 60 se comenzó a escuchar la palabra ‘sostenibilidad’ y se empezaron a promover las buenas prácticas bajo criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG) o criterios ESG, por sus siglas en inglés.
El propósito era conseguir que las empresas invirtieran en proyectos de mejora del medio ambiente y del ámbito social. Pero ¿cómo se mide la sostenibilidad de una inversión? En este post te contamos en qué consisten exactamente los criterios ESG, su utilidad y cómo aplicarlos en tu empresa y en tus inversiones.
Los criterios ESG tienen en cuenta los factores ambientales, sociales y de buen gobierno a la hora de gestionar una empresa. Además, juegan un papel muy importante para los inversores, por lo que las empresas no se los pueden tomar a la ligera.
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Por otra parte, tenemos la ISR, las siglas para Inversión Sostenible y Responsable, que, aunque se pueda confundir con los criterios ESG, no es exactamente lo mismo. La ISR es un estilo de inversión que no solo tiene en cuenta la rentabilidad y los riesgos a la hora de invertir, sino que también valora sus efectos medioambientales, sociales y de gobernanza.
Vamos a ver en qué consiste esto de los ESG.
Concretamente, nos referimos a las actividades de las empresas y su impacto directo o indirecto en el medio ambiente. La contaminación, la emisión de gases, la deforestación o la generación de residuos son algunos de los ejemplos de impacto negativo que las empresas deben reducir. Por otra parte, también son importantes las acciones para compensarlos, como por ejemplo la protección de la biodiversidad y los ecosistemas, la plantación de árboles, la instalación de paneles solares…
En resumen, la responsabilidad en el ámbito medioambiental tiene muchas ventajas, tanto para el medio como para la propia empresa y su imagen, algunas de las cuales pueden ser:
De la misma manera, las actividades empresariales tienen repercusiones en la sociedad, tanto dentro de la propia empresa como de cara al exterior, especialmente en aspectos como la diversidad, los derechos humanos, la igualdad de sexos o la inclusión social. El objetivo pasa por crear un espacio de trabajo igualitario y digno para los empleados, que los proteja y sirva de modelo para otras empresas y para la sociedad en general, además de tener en cuenta el impacto social en las comunidades locales, en la gestión de proveedores y la cadena de suministro…
A grandes rasgos, la responsabilidad en el ámbito social significa:
Además de la repercusión positiva de todas estas acciones para las personas y la sociedad como conjunto dentro y fuera de la empresa, crear un ambiente de trabajo saludable y promover las buenas relaciones tiene mucho más impacto en la productividad de lo que pueda parecer.
Este criterio implica la gestión y administración de la propia empresa: sus valores corporativos, su ética, su estrategia, su transparencia. Tiene en cuenta el impacto de los accionistas y la gestión de la empresa en los consejos de administración y los derechos de los trabajadores y los accionistas.
Los criterios de buen gobierno suponen que la empresa asuma responsabilidades en cuanto a:
Para la empresa, los criterios ESG ayudan a construir una base de buenas prácticas, de respeto y responsabilidad hacia todas las personas implicadas en su actividad, hacia la sociedad y hacia el medio ambiente. Esto no solo beneficia al entorno, sino que también permite a la empresa mostrar una imagen positiva, fácil de reconocer para los posibles inversores.
Una buena estrategia de ESG mejora la reputación de la empresa, lo cual aumenta las inversiones y, por tanto, la fortaleza y la estabilidad del negocio. Sin duda, es una situación provechosa se mire por donde se mire.
Como hemos visto, seguir los criterios ESG tiene una repercusión muy positiva en la imagen de las empresas, lo cual genera confianza en los clientes, por lo que cada vez se tienen más en cuenta.
Los inversores valoran cada vez más que sus inversiones sean sostenibles. En general, suelen descartar invertir en sectores y empresas que tengan repercusiones negativas en el medio ambiente y/o la sociedad. Priorizan actividades justas y sostenibles, que respeten los derechos de sus trabajadores, que destinen fondos a acciones sociales o ambientales. En definitiva, valores que suman y aportan valor al negocio a largo plazo.
Las empresas que basan su actividad en los criterios ESG generan menos riesgo y tienen mejor rendimiento, por lo que suelen ser una apuesta segura para los inversores. Y es que, en efecto, ya se ha demostrado que la apuesta por la sostenibilidad está directamente relacionada con la rentabilidad.
La normativa ESG ya se ha instalado en la Unión Europea y, por tanto, en España. La tendencia hacia la sostenibilidad y la mejora de las condiciones de trabajo ya es una realidad que las instituciones promueven, por lo que muchas empresas han tenido que ajustarse a los criterios ESG e incluso divulgarlos.
La normativa ESG en España pretende que las compañías y los productos financieros sean totalmente transparentes y que tengan en cuenta la sostenibilidad y las buenas prácticas. Gracias a ello, el mundo de las inversiones y las finanzas se está orientando cada vez más hacia la transparencia, la buena administración y la gestión de los recursos, la mejora en las condiciones laborales y la reducción de residuos y emisiones. Los criterios ESG en España son cada vez más fundamentales y una tendencia en constante evolución y crecimiento.
La normativa ESG entra dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que buscan alinear el crecimiento económico con el desarrollo social y la sostenibilidad medioambiental.
Más específicamente dentro de estos ODS, con el Green Deal (el Pacto Verde Europeo), la Unión Europea ha sentado las bases de un crecimiento económico más responsable con el medio ambiente y sostenible en el tiempo. Entre los objetivos planteados, uno de los más ambiciosos es eliminar la emisión de gases de efecto invernadero para 2025, y en esto las empresas tienen mucho que ver.
Con todo, ya hemos visto que aplicar los criterios ESG en la empresa es ya una necesidad para asegurar su progreso y crecimiento. Los factores ambientales, sociales y de buen gobierno guían las decisiones y las acciones de las empresas, y también las inversiones y financiaciones.
Las repercusiones en el medio ambiente, la dignidad de los trabajadores y la protección de los accionistas son factores que tanto los inversores como los consumidores tienen muy en cuenta a la hora de interesarse por una empresa. En definitiva, las empresas que siguen los criterios ESG tienen más posibilidades de crecer de una manera sostenible y, por tanto, de ser más rentables y tener mejor rendimiento. ESG, unas siglas que cada vez escuchamos más y que ya son una base para la economía actual.
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