Los estudios de Lara Aknin, con una población de más de doscientas mil personas, demuestran una correlación entre generosidad y felicidad, independientemente de la renta media del país.
Algunas de las preguntas o actividades a las que tenían que responder los participantes, independientemente de si vivían en países como Canadá, con una renta per cápita mayor, o Sudáfrica, consistían en decidir si se hacían un autorregalo o, en su lugar, hacían un regalo a un niño hospitalizado. Tanto los canadienses como los sudafricanos obtuvieron mayor bienestar emocional cuando regalaban a los niños hospitalizados que cuando se hacían el autorregalo.
Otros muchos estudios han relacionado la generosidad, ayudar a los demás o el altruismo con la felicidad. Y es que, al igual que el sexo o la comida, ayudar a otros facilita la supervivencia. Ayudar a los demás estimula nuestros circuitos de recompensa, liberando dopamina, y también oxitocina, la neurohormona de la compasión y el amor.
A pesar de que en estos momentos atravesamos una crisis de valores en la que frecuentan los comportamientos individualistas y nos invaden con discursos basados en el “yo me amo” o “hasta que no te ames tú, no podrás amar a los demás”, lo cierto es que esta sociedad ha sobrevivido porque hemos amado a los otros. Porque nos sale de dentro la conducta de ayudar de forma espontánea en multitud de ocasiones.
Muchas personas alegan tener poco tiempo para ellas mismas como para dedicárselo a otras personas. La crisis económica y la inflación por las que atravesamos tampoco contribuyen a donar, regalar o ayudar a otras personas. A mucha gente les gustaría aportar más, pero no saben ni cómo, ni cuándo, ni dónde. Y es que a veces nuestras expectativas respecto a la conducta prosocial y el altruismo son altísimas. Pensamos que, si no nos dedicamos en cuerpo y alma a proyectos solidarios que suponen mucho tiempo, no estamos haciendo nada. Pero existe una variedad infinita de maneras de ayudar en las que igual no hay que implicarse al máximo nivel. Porque lo poco que cada persona pueda dar, con su tiempo, trabajo o dinero, es mucho en relación con las necesidades que tienen tantísimas personas. Y siempre algo, por poco que sea, es más que no implicarse nada.
Sería precioso que uno de los propósitos para este año 2023 fuera implicarse en la vida de otras personas, de la forma que sea. Te facilito algunas ideas que, junto a tu creatividad, pueden ser ejemplos de lo que podemos hacer. Prestar ayuda mejora la vida de otras personas, pero también mejora la tuya. Y nos convertimos en ejemplo y guía para nuestros hijos, pareja, familia o amigos. Porque ayudar tiene un efecto en cadena. Es un comportamiento que despierta el interés de otras personas. El altruismo también fomenta el agradecimiento con la propia vida. Nos ayuda a relativizar problemas propios al ver el mundo desde los ojos de otras personas.
¿Con qué podrías implicarte tú?
Todos podemos contribuir a un mundo mejor. Todos podemos hacer que la vida de otras personas sea más amable, más fácil y bonita. Y recuerda: tú corazón y bienestar emocionales se fortalecen cuando fortaleces la vida de otras personas.
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